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Los trastornos de conducta alimentaria tienen una base neurobiológica

Actualmente la medicina ha aumentado la esperanza de vida y nos proporciona una salud a lo largo de nuestra vida nunca antes vista. Las españolas estamos entre las mujeres más longevas pero cada vez cuesta más aceptar la edad. Queremos seguir permaneciendo jóvenes y tersas, por lo que se recurre a operaciones, tratamientos y dietas.

En este sentido, es importante tener en cuenta la importancia de tomar la decisión de hacer dieta. La teoría de la restricción considera que el foco de atención de los problemas de conducta alimentaria no es el peso sino la restricción de la ingesta, es decir, la intención del individuo de restringir voluntariamente su ingesta para conseguir la figura o peso ideal.

Así, las personas que toman esta decisión, tan común actualmente, comienzan a formar parte de la población con alto riesgo a padecer un trastorno de conducta alimentaria.

Además, el organismo ante la presencia de comida o estados emocionales negativos, por ejemplo, contraregulará y empezará a comer excesivamente compensando las restricciones.

Comenzarán una multitud de momentos de sacrificio y una mayor dificultad de aceptación del propio cuerpo que puede llevar a una espiral de insatisfacción y frustración cada vez más creciente y generalizada a otros ámbitos de la vida.

Tanto para diagnóstico como para el tratamiento de los trastornos de conducta alimentaria se contemplan tres dimensiones: el peso corporal, la conducta representada como el conflicto acercamiento- evitación y la intensidad de la preocupación por el peso, es decir, la ansiedad por el miedo a la obesidad.

Las decisiones que tomamos no sólo nos afectan psicológicamente sino que también nos condicionan neurológicamente.

 

Las decisiones que tomamos no sólo nos afectan psicológicamente sino que también nos condicionan neurológicamente. Así, los sucesos que provocan hambre aumentan la actividad de las neuronas del área postrema y el núcleo del haz solitario que transmite información al prosencéfalo. Y a su vez, los detectores del hambre del estómago liberan una hormona llamada grelina, que activa el NPY segregado por el núcleo arqueado del hipotálamo. Dicho núcleo estimula dos partes, al hipotálamo lateral responsable del hambre a través de los orexígenos que provocan la ingesta y al núcleo paraventricular del hipotálamo responsable de las funciones metabólicas.

Por otro lado, respecto a las conducta compensatorias que producen saciedad, la leptina y otras sustancias anorexígenas en el núcleo arqueado inhiben la liberación de los orexígenos que provocarían el hambre.

Conclusión

 

Como conclusión, tras este resumen general, explicitar la importancia de llevar una buena alimentación y de promover la salud, la aceptación del cuerpo y la felicidad que provoca estar en consonancia con la propia naturaleza y momento vital.

Artículo realizado por Raquel de la Mata

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