Cada persona se relaciona de una manera, puede que intentemos ser tolerantes y aceptar los comportamientos de otros, aún así, se generan muchas dificultades para poder entender posiciones y formas de actuar distintas a la nuestra. La normalidad es un concepto relativo, fruto de las convenciones sociales y las necesidades del momento histórico. Asumir la contradicción de los demás con respecto a nosotros mismos es una tarea fundamental para llevar a establecer relaciones con profundidad, siendo cada uno, uno mismo; sin máscaras, con tu verdad, en la alegría de ser tú y la confianza de sentirte querido tal cual eres.
Somos ambivalentes cuando nos posicionamos en los extremos, en lo blanco o en lo negro, cuando lo nuestro está necesariamente por encima de lo del otro. Somos contradictorios, estar bien es estar en los puntos medios, en los grises, en el equilibrio de nuestras polaridades.
Qué difícil poder compartir, convivir, conciliar y entender a aquellas personas cuyos comportamientos vemos desajustados, cuya ambivalencia junto con la impulsividad hace reinar a la intensidad y a veces el caos. Cuán complicado amar la diferencia, la contradicción, aquello que pone en tela de juicio nuestros pensamientos, nuestra moral, nuestra forma de ver e interpretar el mundo. Qué importante una mirada cómplice con el otro, con un otro que tiene poco de uno, con un otro viajero que no permanece, con un otro de prometedoras desilusiones, con un otro para el que uno es un mero objeto o con un otro que ni tan siquiera te ve, pero al que tú puedes ver y decidir cómo mirar. Y esa mirada se refleja en tu corazón, tus emociones, tu sentir, inundando tu ser de aquello que tu eliges, procurando ser efecto de tu propia esencia y no de las causas de otros.
Qué difícil serte fiel, no traicionarte a ti mismo, respetarte, valorarte, escucharte, en los silencios de tu vida, en los encuentros, en las retiradas. ¡¡ Esa es la maravilla de la terapia, encontrarte y poder encontrar al otro !!