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Bailando con nuestra cadena antero-posterior: La alegría de mimar a nuestro niño interior

Hubo un momento en mi vida en el que asocié mi niño interior con los aspectos más sombríos de mi personalidad y lo aparté por completo de mi existencia. Fue una etapa triste en la que me sentía como una autómata, viviendo cada experiencia con una pátina de gris. Aquellos  recuerdos siguen impregnados de una sensación de vacío. Se siente como si otra persona hubiera transitado por esa etapa de mi vida.
Fue positivo, por supuesto, para mí la vivencia, ayudándome a conocer otra faceta de mí misma que debía también integrar en mi experiencia para poder tener presente en mí todas las cadenas musculares.

Una amiga muy cercana a mi corazón logró abrirme la puerta hacia un mundo lleno de color. Con sus palabras consiguió reencuadrarme. Ella amaba a cada uno de mis demonios internos, y esa simple afirmación los transformó. Mágicamente, mi niña interior volvió a mí. El amor que recibí hacia lo que yo consideraba el aspecto más oscuro y difícil de mí misma fue un punto de inflexión profundo y significativo en mi vida. No puedo expresar cuánta gratitud sentí y sigo sintiendo por esa muestra de amor incondicional.

 

“No luches contra tus demonios. Tus demonios están aquí para enseñarte lecciones. Siéntate con tus demonios y tómate una copa y charla y aprende sus nombres y habla sobre las quemaduras en sus dedos y los rasguños en sus tobillos. Algunos de ellos están muy bien.” Charles Bukowski.

 

La historia de la niña

 

Quiero contaros una historia que nos invite a deleitarnos; una narración que nos inste a redescubrir la emoción y la sensación de tener mariposas revoloteando en nuestro estómago, a experimentar esas sensaciones simplemente por estar vivos. Los monstruos y los demonios que enfrentamos así como el niño que llevamos dentro, forman parte integral de nuestra esencia. Celebremos lo que somos y utilicemos ese poder transformador que reside en nosotros.

En un pequeño rincón del mundo, en un lugar donde los sueños y la realidad se entrelazan, vivía una niña a la que llamaban La Niña. Desde temprana edad, su radiante alegría iluminaba su hogar con un resplandor único. Su sonrisa era un faro de esperanza y su presencia dejaba una huella imborrable en los corazones de quienes la rodeaban. Sus risas y juegos llenaban los días de diversión y emoción. Mientras, exploraba con curiosidad todo lo que el mundo tenía para ofrecer. Pero un día, una sombra de tristeza envolvió el corazón de La Niña cuando se percató de que los demás interpretaban su alegría como frivolidad y no reconocían su profunda sensibilidad. Su habilidad para encontrar felicidad en las cosas simples y su enfoque optimista eran malentendidos y menospreciados, lo que la llevaba a sentirse incomprendida y marginada. El hecho de que su serenidad y alegría fueran consideradas como una falta de seriedad según los estándares de los demás la dejaba con una sensación de soledad y profundo dolor en el alma. Le resultaba incomprensible las explicaciones y justificaciones que los demás esgrimían para respaldar su forma de juzgarla.

Las risas se desvanecieron, los juegos perdieron su magia y la chispa en sus ojos se oscureció. La tristeza había tomado su lugar y las ganas de hacer cualquier cosa parecían haberse perdido en la distancia.
La Niña buscaba desesperadamente una respuesta, un motivo detrás de esa falta de entusiasmo. Era como si alguien hubiese robado la belleza del mundo. Miraba a su alrededor tratando de encontrar algo que pudiera encender de nuevo la llama de la alegría en su interior. Pero los juegos, los cuentos y las canciones ya no le transmitían la misma emoción de antes.

Sus padres, llenos de amor y preocupación, intentaban animarla de todas las formas posibles. Le mostraban nuevas actividades, la llevaban a lugares especiales y compartían historias mágicas antes de dormir. Pero nada parecía despertar su interés y hacerla recuperar esa energía que la caracterizaba.

En silencio, La Niña se refugiaba en su pequeño rincón secreto, cuestionándose qué había cambiado dentro de ella y por qué era tan importante encajar y conseguir la admiración del grupo. Desde su ventana observaba el mundo con ojos apagados, sintiendo cómo las ganas de descubrirlo se desvanecían. La melancolía se había convertido en un velo pesado que cubría su ser, impidiéndole ver la belleza que aún existía en el mundo.

Una noche, mientras el silencio reinaba y las estrellas iluminaban el cielo, La Niña escuchó una melodía en la distancia. Era como un susurro mágico que llegaba directo a su corazón. Intrigada, siguió el sonido hasta descubrir un grupo de niños jugando y riendo juntos. Bailaban sin preocupaciones, moviéndose al ritmo de la vida misma.

La Niña se conmovió al ver tanta alegría y vitalidad. Decidió acercarse y unirse a ellos dejándose llevar por el ritmo y la risa. En ese momento algo mágico ocurrió. La tristeza que la había abrumado se desvaneció como el humo ante el viento. La Niña encontró en el juego y la risa el antídoto para su desencanto. En lo más hondo de su ser, había experimentado la certeza de que el juego no siempre tiene que tener un propósito definido. Comprendió que buscar la aprobación de los demás implicaba negarse a uno mismo. Mientras observaba a aquellos niños, se maravilló al ver cómo danzaban sin temor al juicio de los demás. Ninguna crítica podía empañar la ingenuidad de aquella coreografía.

A partir de ese día, La Niña se sumergió de lleno en el mundo del juego y el ritmo. Encontró que podía ser un buen propósito hacer que todo el mundo notase en sí mismo esta ligereza ante la vida. Descubrió que en cada risa se escondía un destello de felicidad, y en cada paso de baile se liberaban las cargas del alma. Con cada juego y risa recuperaba su esencia, su espíritu vivaz y su pasión por vivir.
La noticia de la transformación de La Niña se extendió rápidamente. Su historia inspiró a personas de todas las edades y lugares. Desde los más jóvenes hasta los ancianos, todos ansiaban conocer a La Niña y presenciar su increíble metamorfosis. Las palabras de su resurgimiento se esparcieron como una brisa mágica, acariciando los corazones y despertando nuevos sueños, llegando a oídos de aquellos que también habían perdido las ganas de jugar y disfrutar de la vida.

La Niña se convirtió en una figura emblemática, un faro de esperanza para todos aquellos que estaban atrapados en la oscuridad. Su historia trascendió las barreras del tiempo y del espacio, llegando a oídos de personas en los rincones más remotos. Su mensaje era claro: a través del juego, el ritmo y las risas, podíamos recuperar la chispa perdida y encontrar la felicidad en cada instante.
La Niña decidió compartir su sabiduría con aquellos que deseaban aprender de ella. Abrió un espacio en su rincón especial, donde las personas podían reunirse para jugar, bailar y reír juntos. Todos eran bienvenidos, sin importar su edad, género o procedencia. El único requisito era traer consigo las ganas de soltar las preocupaciones y disfrutar del presente.
El lugar se llenó de risas contagiosas, de juegos improvisados y de movimientos libres. La magia fluía en cada momento y las almas se llenaban de una alegría que trascendía las palabras. La Niña guiaba a todos con su ejemplo, recordándoles que el juego y el ritmo eran expresiones de libertad y autenticidad.

A medida que pasaban los días, La Niña observaba cómo las personas que llegaban a su rincón se transformaban. Sus rostros cansados se iluminaban con sonrisas radiantes, sus cuerpos rígidos se volvían flexibles y sus corazones adormecidos se llenaban de vida. Juntos compartían momentos de plenitud y conexión, recordándose mutuamente el poder transformador del juego y la risa.
La alegría de La Niña se extendió a través del tiempo. Su mensaje trascendió las palabras y se convirtió en un símbolo de liberación y renovación. Cada vez que alguien se dejaba llevar por el ritmo, por el juego y las risas, el espíritu de La Niña revivía una vez más, inspirando a todos a abrazar su propia esencia y encontrar la felicidad en la simplicidad de la vida.
Y así, La Niña se convirtió en una leyenda. Su historia, transmitida de generación en generación, recordaba a todos que dentro de nosotros yace una fuente inagotable de alegría y vitalidad. A través del juego, el ritmo y las risas, podemos redescubrir esa chispa perdida y vivir cada momento con pasión y plenitud.

En cada individuo que se permita jugar y reír, el espíritu de La Niña se mantendrá latente, recordándonos que la vida está llena de maravillas esperando ser descubiertas. Con cada risa, con cada paso de baile, nos acercamos un poco más a nuestra verdadera esencia, a esa parte de nosotros que se niega a ser silenciada por las preocupaciones y las responsabilidades de la vida.

Cuando abrazamos el juego y el baile con el ritmo de la vida, cuando encontramos el humor en el sentido de nuestra existencia y nos liberamos de tomarnos demasiado en serio, descubrimos que la auténtica felicidad se encuentra dentro de nosotros. En esos pequeños momentos, una chispa se enciende, iluminando nuestro propio camino y contagiando de alegría a quienes nos rodean. Facilitando que nuestra cadena antero-posterior (AP) equilibre cada aspecto de nuestra existencia. El niño interior.

Mimemos nuestra cadena antero-posterior (AP), cuidemos nuestro niño interior y volvamos a honrar nuestra ingenuidad y frescura ante la vida.

En el vuelo de la risa,
el niño interior despierta,
libre y sin prisa,
la vida se vuelve más completa.
En sus juegos y travesuras,
brota la magia del corazón,
se despiertan las dulces locuras,
y se ilumina la emoción.
En cada carcajada sincera,
se abren puertas a la felicidad,
el alma se llena de alegría verdadera,
y se despierta la eternidad.

 

“No hagas nunca nada a medias si quieres salirte con la tuya. Sé extravagante. Pon toda la carne en el asador. Asegúrate de que todo lo que haces es tan completamente disparatado que resulta increíble…” Matilda.

 

“El niño interior es el símbolo de la parte de la personalidad humana que quiere desarrollarse y llegar a ser todo.”

Carl Jung.

 

“El niño interior vive en cada uno de nosotros, eterno, vibrante y ansioso por ser liberado y redescubierto.”

Wayne W. Dyer.

 

“Todo niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo artista una vez que crezcamos.”

Pablo Picasso.

 

“En cada hombre real se esconde un niño que quiere jugar.”

Friedrich Nietzsche.

 

Para ampliar y profundizar sobre la cadena antero-posterior recomiendo la lectura del libro de Philippe Campignion: Cadenas Musculares y Articulares Método G.D.S. Cadenas de la Personalidad, Tomo 3: Cadenas Postero-Anteriores Antero-Posteriores (PA-AP) y Cadenas Musculares y Articulares Método G.D.S. Respir-Acciones

Artículo realizado por Silvana Salgado

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